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foto: diario gestión

Disputar la izquierda

Publicado: 2019-10-25

Si hay algo qué criticar a nuestras izquierdas electorales en el escenario es que, habiendo llegado a posiciones de poder en el Estado, no han mostrado una lucha contra el neoliberalismo, tal y como se espera mínimamente de una izquierda en nuestra generación que, en su "diversidad", tiene por consenso lo nefasto que es para nuestro mundo hoy. Todo lo contrario, se acomodaron al sistema para plantear lineamientos desde ahí que se desmantelaron con escasa resistencia (reformas de Villarán)  o empiezan a mostrar sus límites (reformas de Humala). 


En esas experiencias, y hasta hoy, no hemos visto más que volteadas a la derecha y gritos en bajo contra grandes medidas que atentan contra la población. Hablar de oportunismos, de cupos, de historiales de tal o cual personaje, no son más que datos de un balance más amplio: fracasos en acumular contra lo que nos está matando. Ni la alianza Gana Perú (Humala) ni la alianza Fuerza Social (Villarán) ni la presencia izquierdista en el último Congreso ha logrado hacer quiebres al neoliberalismo. Todo lo contrario, lo han hecho más "inclusivo" [1] generando una que otra medida progresista dentro del esquema general de explotación.  
Hoy, se abren nuevas alianzas, y las críticas vienen por "incoherencias" en su discurso o por los mecanismos de decisión. Sin embargo, la crítica a las izquierdas que se agrupan y reagrupan no puede ir principalmente por lo que dicen o hacen en función de sus alianzas electorales, sino por lo que hicieron estando en el gobierno o parlamento. 

La última experiencia en el Congreso nos mostró una práctica política complaciente con el neoliberalismo. Ello, no porque no tuvieran recursos, sino porque su táctica fue la de plegarse a una derecha “decente” contra el fujiaprismo antes que visibilizar lo que la derecha, en su conjunto, hacía para explotarnos y saquearnos más.  El gobierno de Martín Vizcarra ha lanzado la Política Nacional de Competitividad y su respectivo Plan, ambos por Decreto Supremo y en fechas muy estratégicas, 31 de diciembre y 27 de julio respectivamente) recortando derechos laborales: el “tercer piso” del fujimorismo neoliberal (recordemos que el "segundo" fue de Toledo). Como para niguna medida proempresarial, el fujiaprismo no hizo "obstruccionismo", como suelen llamar a la actitud confrontacional fumiaprismo vs PPK/Vizcarra. El asunto vino desde la izquierda.

Las respuestas de las bancadas de izquierda, Frente Amplio y Nuevo Perú, en esas fechas fueron las mismas que las del Ejecutivo: centrar todas sus fuerzas en la lucha antifujimorista. Posteriormente, han sido las de sacar una que otra charla, sumarse alguna marcha, hablar de eso en alguna entrevista televisiva, mandar una carta a un ministro, votar en contra: acciones cuyo impacto, todos sabemos, es nulo si no forman parte de algo sistemático y contundente. Igual o menos hicieron con todas las demás medidas del gobierno actual (la constante declaración de Estado de Emergencia en el Sur, la militarización contra las protestas de Tía María, la apertura a la privatización de Sedapal, etc.). Pero ante la posibilidad de un neoliberalismo sin fujimoristas gritaron y protestaron en el hemiciclo o se retiraron de él, salieron a la prensa con un discurso enfático y hasta llamaron a la población a movilizarse. 

Contra el neoliberalismo, medidas institucionales; pero por un neoliberalismo sin fujimoristas, escándalo y combatividad hasta las últimas. En la práctica, nuestra izquierda ha silenciado las reformas neoliberales vendiéndonos el mismo cuento que la derecha profesional de saco y vestido: que la "derecha bruta y achorada" nos malogra la institucionalidad democrática construida por la dictadura. Han dado viabilidad a la estrategia del Ejecutivo para hacer pasar medidas empresariales sin mayor ruido y sin llamar al descontento. 

Ahora, algo que ha salido como una defensa bandera de Nuevo Perú (los ex y los que quedan) para plantear peros en sus disputas internas es la lucha de las mujeres y LGTBI+. En general, estas luchas son no solo importantes sino vitales: son un tema hasta de vida o muerte. Aquí, el tema viene de cómo las tomamos. Si ir abrazados en una marcha con los que están del lado de los que nos explotan y saquean o mostrarle a la gente quiénes son. Si es negociar para tener opresores y opresoras o si es para que las mujeres participen para liberarse y liberarnos. Esas luchas desde la izquierda no pueden mezclarse con la perspectiva de la derecha porque esta termina usándolas para fortalecer lo que queremos combatir.  

Hoy, este reacomodo, que involucra a otros actores como Perú Libre, también da muestra del gran fetiche de nuestra izquierda que llega cada vez que se acercan eleciones: más preocupada por ganar votos que por acumular luchas. “La” “unidad de la izquierda” (sí, dos entrecomillados) no es más que la coalición de ciertos partidos alrededor de la capacidad de postular dentro del sistema para ganar una la elección, de paso lavándole la cara a ciertos personajes porque los necesitan. Hoy, este juego resultó en una muestra la incoherencia de un sector al aliarse con un partido cuyo líder es un machista, homofóbico y xenófobo cuando levantaba banderas de feminismo y diversidad, mientras por otro lado de un partido al aliarse con un partido poco antineoliberal cuando se jacta de pechar contra los poderosos. Ello sin contar intentos descarados de expulsión. Y no olvidemos que parte de esta historia también es Yehude Simon, responsable del Baguazo y otra gente que vivió de traiciones a la izquierda para los cuales se dice de poco a nada. Por otro lado, se van cociendo otras alianzas y pactos que quedan invisibilizadas por los que dan noticia. Y de autocrítica, nada.

El debate sobre responsabilidades reales frente al avance del neoliberalismo y sus consecuencias prácticamente ha desaparecido. El discurso es el que tiene gran peso, la defensa y rechazo de lo que dicen o no los líderes y lideresas es lo que nos mueve. 

Si realmente queremos dar la batalla, pues no podemos seguir naturalizado que las tareas de la izquierda se mezclen con las de la derecha. La excusa de lo táctico no puede significar invisibilizar grandes medidas opresoras que se hacen ley. La excusa de que no podemos exigirle nada a una izquierda así porque somos "diversos", tampoco. En tiempos donde el debate se hace difícil, mostrar la incoherencia real teniendo espacios de poder se hace necesario (y también armar debate frontal en torno a eso también).

Dar batalla abierta antes que complacencia es precisamente recolocar los debates de la izquierda en la izquierda. Queda entonces por pensar cómo es esa izquierda que queremos, no qué discurso debería tener (porque los programan aguantan todo), sino cómo tiene sentido con una praxis concreta [2]. Es “de izquierda” el apostar por el pueblo trabajador que es diverso y no el naturalizar la diversidad en nuestro espectro que termina en negociaciones cada cuatro o cinco años, dependiendo de la ambición de la organización (no en el sentido valorativo). 
Ser “de izquierda” es también disputar el sentido de izquierda hacia un horizonte sin opresión de clase ni de ningún otro tipo colgado de esta, y ninguna “unidad” como gran aspiración puede existir sin ella si osamos en decirnos de este espectro.




Notas[1] Con esto no quiero decir que no se puedan hacer reformas para la gente dentro del sistema. Se puede y se debe, pero dando pelea por desmontar el modelo o frenarlo para hacerlo retroceder; caso contrario, se termina por consolidarlo.
[2] Eso, sin contar que el horizonte para muchas agrupaciones no es contra el capitalismo, sino solo contra su fase vigente; en este caso, la neoliberal.

Escrito por

J Cesar Zapata

Sociólogo. Interesado en temas de relevancia nacional. Hay postura, por si acaso. Twitter: @JCesarZapata. Facebook. jcesar.zapata


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