Contra el activismo ciclista
Ir en bicicleta nos ahorra costos monetarios cotidianos a los individuos frente al uso del transporte masivo y es un medio "eco-amigable" en cuanto a su funcionamiento y ausencia de emisiones. Pero ella no debería ser, ni por asomo, el centro de atención cuando se habla de transporte o movilidad en una ciudad con las características que tiene Lima o cualquier otra ciudad del país - incluso, varias de nuestra región con las desigualdades existentes en materia de espacio urbano.
No creo insignificante el asunto de la bicicleta, ya que atañe una lucha por el espacio y la movilidad urbanos. El problema es que tratar a la bicicleta como se viene tratando actualmente, como una gran revolución, es contraproducente para darle a nuestras ciudades una movilidad digna. Aquí, señalaré algunas implicancias de darle la importancia de la forma cómo se está haciendo tratando de ver primero cómo se presenta la necesidad de su uso como alternativa al transporte motorizado para luego ver qué de importante deja de lado para solucionar los problemas reales de movilidad.
Desde hace ya algunos años, se promueve un discurso del uso de la bicicleta como alternativa al sistema de transporte motorizado. En su forma más avanzada, los intentos organizados devienen en activismos por la promoción de su uso. Tal discurso pasa por ensalzar las bondades que trae: ahorro de dinero, ejercicio, no contaminación (o no contribución a ello) y, sobre todo, de llegar rápido a nuestro destino sorteando el tráfico de la ciudad y sus autos. A ello, se suma el evitar la experiencia de violencia y desesperación de viajar en transporte masivo. En resumen, una alternativa deseable para las personas. Es más, hay cada vez un mayor número de personas que se moviliza de esa forma, y no resulta raro encontrar en los distritos “céntricos” a ciclistas movilizarse con ropa de trabajo en horas punta.
¿Cuál es el problema con este discurso si existen esos beneficios? Que nos centra en la óptica individual frente a los grandes –grandísimos- problemas que tiene nuestro transporte masivo y para la mayoría de nuestra población que lo usa. Eso, sin pensar en los operarios, cuya situación laboral es precaria. El segundo problema –que convive junto al anterior- es que es un medio alternativo, es decir, que puede convivir tranquilamente con los otros medios, nuevamente, sin resolver los asuntos que aquellos acarrean no solo para el aplastante y diverso resto de la población, sino para los mismos ciclistas. Eso, sin tomar en cuenta lo clasista que resulta pensar en un medio promovido por quienes pueden utilizarlo en una ciudad con accesos y equipamientos urbanos altamente diferenciados, incluso si promoción viene de personas no necesariamente acomodadas.
¿Cuáles son esos problemas del sistema de transporte masivo?
Por un lado, nuestro sistema resulta - por encima de lo caótico, informal, explotador y peligroso que es - una experiencia insufrible e ineficiente para llegar a nuestros destinos. Ante ello, las estrategias por las que optamos los usuarios son individuales, pero no por ello raras en toda la ciudad:
- salir cada vez más temprano de nuestros hogares
- tomar más de un bus
- correr para alcanzarlo
- tomar el más rápido, que usualmente es el más peligroso
- salir rápido del trabajo para evitar la hora punta
- tener que tomar taxis colectivos porque nuestro bus no se detuvo o se detuvo en un lugar poco accesible para nosotros o nunca llegó
... y con sus consecuencias:
- sudar en el transporte
- ir parado y aplastado
- ir colgados de sus puertas
- respirar los desechos de los tubos de escape
- exponerse a la inseguridad vial, etc.
- viajar angustiados por lo impredecible de saber si llegaremos o no a tiempo
Por otro lado, la prioridad que tiene el transporte privado para las políticas que se implementan desde el municipio metropolitano que crea más espacio para él, con lo que se logra que aumenten cada vez más y empeorando el tráfico. El resultado: el 92% de la población agobiada por el estrés.
Dato importante: el 76% de la población en Lima Metropolitana usa transporte masivo, de los cuales el 69% utiliza combi, cúster o bus y el 7% taxi colectivo (Lima Cómo Vamos, 2016). Otro dato es la experiencia del desorden y peligro que es cada paradero principal y las lógicas de trabajo de los operadores de transporte tanto en horas punta como fuera de ella, que es de una competencia desmedida con todas sus consecuencias en movimiento y en paradero. Accidentes y muertes que hay que sortear. Todo ello, producto de la entrega al mercado de lo que alguna vez fue transporte público en la década de los 90s (Bielich, 2009) cuando se nos impone el modelo neoliberal. ¿No debería ser primordial pedir solucionar el sistema masivo antes que el individual o incluso en lugar de colocarlos al mismo nivel de discusión?
Volvamos a la bicicleta. Aunque son una escasa minoría - 0,9% según Lima Cómo Vamos (2016)-, ser ciclista en Lima tampoco es fácil. Salvo en los distritos pudientes de la ciudad, no se cuenta con ciclovías en buen estado de forma regular, que se respeten, que no estén rodeadas de caos vehicular y contaminación. Difícilmente esto se solucionará vigilándolas o implementando educación vial. Es más, en algunos lugares, su presencia es sinónimo de cuidarse más para los peatones que por un lado hay autos en desorden y por otro, ciclistas que intentan sortear la maraña.
Si el uso de la bicicleta se mantiene como alternativa, no intentará siquiera resolver todo lo anterior. Los ciclistas estarán agregando un elemento más al sistema desordenado, lo más probable es que para gente más privilegiada de tener rutas hogar-trabajo cercanas, seguras o medianamente adaptadas para ello. Más ciclovías no resolverán el tráfico de la ciudad, no logrará que la gente que la cruza la ciudad para ganarse la vida llegue mejor o más rápido, no resolverán la violencia cotidiana que la entrega al mercado ha generado y menos aún la altísima contaminación que genera y que sufrimos a diarios todos –peatones, choferes y ciclistas.
En ese sentido, el activismo de este medio individualizado desvinculado del masivo despolitiza otra de nuestras luchas: el del derecho a la ciudad y de una movilidad colectiva digna. No es exigir un mejor transporte para todos, sino aquel más viable para un sector que no involucra a la mayoría de la población. Si antes nuestras autoridades nos vendieron al Metropolitano (BRT) como alternativa al sistema tradicional y luego al Tren Eléctrico como medida para cruzar la ciudad en cuestión de segundos, ahora un sector coloca a la bicicleta como alternativa a todos los anteriores que se volvieron caóticos. Ni el Tren ni el Metropolitano resolvieron el desorden del transporte tradicional, ni la desconexión ni contaminación; solo funcionan en paralelo a todo el caos, y los elementos de ese sistema se van colando en los "modernos" si no lo han hecho ya:
- colapso de paraderos
- violencia para ganarse un espacio
Y no olvidemos la privatización y lucro vía jugosas concesiones a consorcios privados, que generan ganacias por la alta afluencia de gente que llega huyendo del desastre vehicular.
En resumen, tal y como tenemos el discurso hoy, lo amigable de la bicicleta resulta individualista y hasta clasista; lo eco-amigable, un no hacer nada frente a la contaminación masiva vigente; lo alternativo, un convivir con el problema de la mayoría de la ciudad. El discurso que carga el activismo resulta insuficiente para generar cambios significativos y más bien solo cuestiona al sistema vigente para entrar en él, no para buscar una solución integral para la población.
Una tarea pendiente es la inserción en las luchas por la ciudad de forma activa desde una lectura integral de su dinámica de movilidad. Una ciudad como la nuestra no puede movilizarse dignamente sin resolver primero el sistema de transporte masivo privatizado haciéndolo público y de calidad eliminando sus lógicas perversas. Así, la bicicleta puede entrar como un medio individual que se articula con el colectivo.
PD: Mientras escribía este artículo, me enteré del evento del Foro Mundial de la Bicicleta 2018 que se llevaría a cabo justamente en Lima.
Bibliografía:
Bielich, C (2009). La guerra del centavo. CIES, IEP.
Lima Cómo Vamos (2016). Cómo vamos en Movilidad. Sexto informe de resultado sobre la calidad de vida. Lima Cómo Vamos.